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Injerto óseo dental: cuándo se necesita y cómo es el proceso

Si alguna vez te han dicho que necesitas un injerto óseo para poder colocarte un implante dental, probablemente te quedaste con cara de: “¿¡Un injerto... de hueso!?” Y sí, suena complejo, pero la realidad es que este procedimiento se ha vuelto cada vez más común y predecible en odontología. Hoy te voy a contar por qué, cuándo y cómo se hace… y por qué no deberías tenerle miedo.


Empecemos por el principio: ¿por qué necesitaríamos poner hueso en la boca? La respuesta está, la mayoría de las veces, en la pérdida de dientes. Cuando un diente se pierde y no se reemplaza a tiempo, el hueso que lo sostenía empieza a reabsorberse poco a poco. Es decir, el cuerpo deja de “alimentar” ese hueso porque ya no tiene un diente que mantener en su lugar… y con el tiempo, ese hueso simplemente desaparece. El problema aparece cuando, años después, decidimos colocar un implante, pero ya no hay suficiente hueso para sostenerlo. Ahí es donde entra en juego el injerto.

importancia del hueso en los implantes dentales

El injerto óseo dental es un procedimiento que permite regenerar o aumentar el volumen del hueso en la zona donde se ha perdido. Se utiliza para crear una base sólida y estable que permita, más adelante, colocar un implante de forma segura. Pero también puede ser necesario en casos de traumatismos, enfermedad periodontal avanzada o incluso para mejorar la estética en ciertas rehabilitaciones.


Ahora… ¿de dónde sale ese hueso que se “injerta”? Tranquilo, no siempre es necesario extraerlo del mismo paciente. Existen diferentes tipos de injertos: algunos se obtienen del propio cuerpo (generalmente de zonas como el mentón o la mandíbula posterior), otros provienen de bancos de tejidos humanos o animales, y también hay materiales sintéticos que funcionan como una especie de “andamiaje” para que el propio cuerpo forme nuevo hueso alrededor.


En cuanto al procedimiento en sí, es más sencillo de lo que parece. Dependiendo del caso, se puede realizar bajo anestesia local y en el mismo consultorio. El especialista limpia la zona, coloca el material de injerto y lo cubre con una membrana protectora para favorecer la cicatrización. Luego se sutura… y a esperar. Porque sí, lo más importante del injerto óseo no es la cirugía, sino el proceso de regeneración que ocurre después.


La integración del injerto al hueso natural puede tardar entre 4 y 9 meses, dependiendo del tipo de material, la zona tratada y la biología del paciente. Es un proceso lento pero fundamental para asegurar que el futuro implante tenga la estabilidad necesaria. Durante este tiempo, el seguimiento con el odontólogo es clave para asegurarse de que todo va por buen camino.


¿Y duele? Esa es una de las preguntas más comunes. La verdad es que no. Al igual que otras cirugías menores, puede haber molestias, inflamación o sensibilidad los primeros días, pero todo se controla fácilmente con analgésicos y siguiendo las indicaciones del profesional.

injerto óseo

En resumen, el injerto óseo dental es una herramienta poderosa que permite recuperar lo que se ha perdido, no solo en funcionalidad, sino también en estética y salud bucal. Es una oportunidad para reconstruir la base sobre la que volverás a sonreír con confianza. Si tu dentista te ha dicho que necesitas uno, no te asustes: es el primer paso para lograr una rehabilitación duradera y segura.


Y como siempre, si tienes dudas o estás considerando iniciar un tratamiento con implantes, lo mejor es agendar una valoración. En nuestra clínica estaremos encantados de resolver todas tus preguntas y explicarte si realmente necesitas un injerto, o si existe otra alternativa para ti.

 
 
 

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